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Llanto

Por Padre Raúl Hasbún

Por: | Publicado: Viernes 20 de noviembre de 2015 a las 04:00 hrs.
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Jesús lloró. En más de una ocasión. Era Dios, y Dios es rico en compasión y ternura. Era hombre, y los hombres, varones o mujeres, lloramos cuando una desgracia nos conmueve. Lloró Jesús ante la tumba de su amigo Lázaro, sin poder ni intentar contener su llanto y pese a saber que en el minuto siguiente lo resucitaría. Probablemente lloró ante la devastación de la viuda de Naím que llevaba a sepultar a su único hijo. Por eso lo resucitó. Y al contemplar y conocer Jesús la inminente destrucción de la ciudad santa, Jerusalén, lloró lamentando su rechazo al mensaje de paz. “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos como una gallina cobija a sus polluelos bajo sus alas! ¡Y no quisiste!”.

Dios llora. Las lágrimas son la sangre del alma. Jesucristo tiene alma y sangre, entrañas de misericordia. No quiere la muerte sino la paz, el otro nombre de la vida. Por eso entrega su alma y su sangre para que los demás vivan. Pero la guerra es la brutal negación de la vida. La guerra agita, potencia y desencadena sin freno todo el odio de que es capaz el hombre. Mata por igual al vencedor y al vencido. El principal, el único trofeo de la guerra es la muerte del alma humana, concebida y programada para amar. Y puesto que toda alma humana es creada a imagen y semejanza de Dios, la principal víctima de la guerra es Dios. Por eso llora.

Lloramos con El la muerte y las heridas de las 500 víctimas en París. No lloramos, porque no les prestamos atención o porque nos parecen situadas en un ranking de distinta o inferior valoración, a las víctimas de Raqa, en Siria, a 4200 kms. de París. Sus habitantes eran un millón. En menos de un año se han reducido a 500 mil. En ese año han sufrido 2.804 bombardeos aéreos, por parte de la coalición occidental liderada por Estados Unidos, segando la vida de casi 10 mil personas y condenando al miedo, al hambre y a la desesperación a todo el resto. ¿Son todos terroristas armados y entrenados para matar en Occidente? Su eliminación indiscriminada (porque los bombarderos no seleccionan con precisión de cirujano) ¿es una respuesta al terrorismo o un argumento para provocarlo y realimentarlo? ¿Alguna vez en la historia la violencia produjo otra cosa que mayor violencia, y el odio dejó de matar por igual al hechor y a su víctima?

Dichosos los que trabajan por la paz. Y malditos, sí, malditos los que sueñan febriles pesadillas de guerra y las ejecutan con cínica frialdad. Siempre encuentran sinrazones para hacer la guerra. Lloremos, oremos para que aprendan a hacer la paz.

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